En la última edición del World Economic Forum se ha incidido en uno de los grandes problemas que tenemos hoy en día: la poca confianza que inspiran los líderes políticos y los gobernantes de cualquier país.
Este diagnóstico también es el que se desprende del último barómetro del CIS, que sitúa a los políticos como los peor valorados (suspenden con un 1,2 sobre 10) comparados con otros actores de la vida pública. Este no es un problema nuevo, y si nos remontamos a los textos de los clásicos griegos y romanos lo podremos comprobar.
Para una amplia mayoría de la ciudadanía, los políticos son incompetentes y corruptos. Pero esto es injusto, ya que en muchos casos la actividad política es un servicio en el país, y además es muy necesaria. Es cierto que puede haber personas que han entrado en política para enriquecerse o porque no tienen nada mejor que hacer, pero para la mayoría, la política implica sacrificios importantes en la carrera profesional y en la vida familiar y personal.
Mejorar esta percepción no es fácil, pero hay algunas actuaciones que podrían ayudar:
- En relación con los programas políticos, hay que pensar más en las próximas generaciones y menos en las próximas elecciones.
- En las propuestas hay que priorizar el bien común, por encima de los propios intereses.
- También ayudaría mucho a recuperar la confianza que no se hicieran promesas electorales si se sabe que no se podrán cumplir.
- Y hay que rendir cuentas sobre el grado de cumplimiento de las promesas hechas.
- Y al gobernar, hay que priorizar el objetivo de la buena gestión pública y la eficiencia. Es decir, hacer más con menos recursos públicos y tiempo.
- Sobre los adversarios, es muy perjudicial el sectarismo. Hay que dedicar menos esfuerzos a desacreditarlos, dejar de mentir sobre ellos y reconocerlo cuando lo hagan bien.
- En cambio, ganan mucha credibilidad los políticos que reconocen los propios errores. Que el debate político quede permanentemente sustituido por peleas como las de patio de colegio agota mucho a la gente.
- También hay que dar buen ejemplo a la ciudadanía, y la actuación política debe estar inspirada en altos estándares éticos.
- Y, por último, pero no menos importante, los líderes deben ser personas que leen mucho y tienen una visión amplia y profunda de los temas que tratan; y han de tener una visión humanista.
Como decía John F. Kennedy: “Si hubiera más políticos que supieran de poesía, y más poetas que entendieran de política, el mundo sería un lugar un poco mejor.”
Oriol Amat es catedrático de Economía Financiera y Contabilidad de la UPF, decano de la BSM Universidad Pompeu Fabra y miembro de la Junta del Colegio de Economistas y de ACCID.
Fuente: Patrimonia
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