Nuestro país acabó 2018 con un crecimiento económico del 2,5%. Después de tres años consecutivos con tasas de crecimieno del 3% o superiores, este dato, publicado el jueves por el Instituto Nacional de Estadística, supo a poco.
A ese 2,5% se llegó después de que el motor económico español fuera capaz de elevar sus revoluciones en la recta final del año. Si entre julio y septiembre la economía se había expandido un 0,6% con respecto al trimestre anterior, entre octubre y diciembre lo hizo un 0,7%. Sí, una décima más. No parece mucho, pero es que con las apariencias ya se sabe. Y lo mismo pasa con las comparaciones, que son odiosas, pero en este caso para otros.
Porque ese mismo jueves Eurostat publicó que la economía de la Eurozona apenas había crecido un 0,2% en el mismo periodo, idéntico ritmo que el registrado en el tercer trimestre. Y, sobre todo, ese día se supo que Italia, la tercera gran economía de la Europa del euro, entró técnicamente en recesión. Su economía se hizo un 0,2% más que pequeña en el último trimestre con respecto al anterior, y como en el tercero ya había arrojado una contracción intertrimestral del 0,1%, enganchaba los dos trimestres seguidos que son pertinentes para decretar la entrada en recesión.
MÉRITOS… Y DEMÉRITOS
Al lado de estas cifras, que España creciera un 0,7% y que fuera capaz de acelerar su ritmo en el último parcial del año ya parece otra cosa. Y conviene ponerlo en valor. Sobre todo, porque prolonga lo que ya avanzó el Fondo Monetario Internacional (FMI) con sus previsiones de invierno, puesto que España, a la que mantuvo sin cambios un pronóstico de crecimiento del 2,2% para 2019, fue la excepción entre los recortes que aplicó a la Eurozona, en conjunto, y a Alemania, Francia e Italia.
“La brecha entre los datos españoles y europeos se ha hecho muy visible en el cuarto trimestre. Y el hecho diferencial español se encuentra en la fortaleza de la demanda interna”, explica Raymond Torres, director de Coyuntura y Economía Internacional de Funcas. En el último parcial del año, el consumo de los hogares ha registrado un crecimiento interanual del 2,2%, el de las Administraciones Públicas -gasto público- lo ha hecho en un 3% y el de las empresas -inversión-, en un 4,6%.
Estos datos contrastan con la debilidad que muestran los europeos, que se debe a dos motivos. Por un lado, a amenazas, como la tensión comercial entre China y EEUU, que si bien son comunes a todos, impactan más en países como Alemania por su perfil exportador. Así lo reflejó ya su economía entre julio y septiembre, cuando registró una contracción intertrimestral del 0,2%. Y por otro, a cuestiones internas que están teniendo efectos en el crecimiento, como es el caso de las protestas de los ‘chalecos amarillos’ en Francia o la tensión política entre Italia y la Comisión Europea.
«El diferencial de crecimiento, más que por los méritos españoles, se debe a los deméritos de los otros», puntualiza el economista Javier Santacruz. En su opinión, el conflicto comercial y la desaceleración de la economía china están teniendo un impacto importanet en el núcleo de Europa, y en el caso italiano reconoce que «los motores económicos del país no dan más de sí».
Fuente: INE
Como gran mérito español, destaca que «la inversión y la diversificación conseguida en las exportaciones están consiguiendo frenar una desaceleración que otros países europeos sí están sufriendo más». Aunque menciona un matiz: «La aportación del gasto público ha sido clave para que el crecimiento subiera al 0,7% en el cuarto trimestre, pero hay que tener en cuenta cómo se encuentran las finanzas públicas y que no vale de nada centrarse en el corto plazo si se compromete el medio y el largo plazo».
EL CONTAGIO LLEGARÁ
La cuestión radica en si la capacidad de resistencia de la economía española será sostenible o no. Y los expertos lo tienen claro: el contagio resultará inevitable si la debilidad de nuestros vecinos persiste.
“Ya lo hemos visto en 2018. La demanda externa ya no contribuye al crecimiento, y cada vez restará más al crecimiento si la economía europea continúa debilitándose o se paraliza”, avisa Raymond Torres. En el cuarto trimestre, la demanda externa restó tres décimas al crecimiento interanual -ver gráfico-. «España lo terminará notando», coincide Santacruz.
De hecho, España ya refleja los primeros síntomas de ese contagio. El sector industrial, más expuesto a la actividad comercial y más conectado con los países con los que España mantiene más vínculos económicos, se ha contraído en los dos últimos trimestres. Entre julio y septiembre la actividad de la industria manufacturera cayó un 0,4% con respecto al trimestre anterior y en el cuarto lo hizo un 0,3%.
Como expuso el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, en la primera reunión de la entidad en 2019, lo que queda por dilucidar es saber si la economía europea simplemente está pasando problemas transitorios, derivados de cuestiones sociales y políticas coyunturales, o si por el contrario sufre males mayores y su ralentización va mucho más allá de la desaceleración que ya estaba prevista para este año. «Los últimos datos conocidos en Europa preocupan», reconoce Javier Santacruz. Ahora bien, concede la posibilidad de que «también hayan exagerado una situación que será bien diferente si EEUU y China sellan un acuerdo comercial y se encuentra una salida al Brexit».
Fuente: Invertia
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