Céline Aemisegger
Bruselas, 15 may (EFECOM).- Los datos del PIB de la eurozona publicados hoy por Eurostat, con Francia entrando en recesión, una Alemania que ya no puede tirar de sus socios y con el sur padeciendo los efectos de la austeridad, ponen en evidencia la necesidad de fomentar el crecimiento, pero también de continuar con las reformas.
«Se sabía que la política de austeridad tendría este efecto, quizás algunos no calculaban con que (la recesión) iba a ser tan larga», señaló a Efe Vincenzo Scarpetta, analista político del centro de estudios Open Europe, «pero precisamente por eso la Comisión Europea (CE) empieza a mostrar más flexibilidad» al dar más tiempo a países como España y Francia para reducir su déficit.
La eurozona lleva año y medio en recesión, pero los datos -una contracción del 0,2 % en el primer trimestre frente al 0,6 % en el anterior- también evidencian que ésta se está ralentizando.
Eso sí la evolución interanual habla de un empeoramiento, al registrar la eurozona una caída del 1 %.
El golpe más duro para los diecisiete ha sido la entrada en recesión de Francia, que sigue la estela de al menos otros ocho países, entre ellos España, que, no obstante, han mejorado casi todos sus datos frente al trimestre anterior.
«Francia está en una situación particular: está en recesión y a la vez ha hecho menos reformas que otros como Italia y España y por tanto seguirá siendo una fuente de preocupación», señaló Scarpetta
Alemania, considerada tradicionalmente como la locomotora de Europa, crece un débil 0,1 %, insuficiente para tirar de los demás.
Pero quienes piensan que eso es motivo para abrir la mano y dar más oxígeno a los países con más problemas, se equivoca, afirma el analista, al menos no hasta las elecciones alemanas de septiembre.
Ante el poder de los electores tampoco tendrán suficiente fuerza la alianza que emerge entre Francia, Italia y España, primero por los problemas de París y segundo por las dudas sobre «la estabilidad y la duración» del nuevo Gobierno de Roma, vaticina el experto.
«Habrá más flexibilidad y medidas a nivel europeo para estimular el crecimiento, pero no habrá un cambio en el fondo de la cuestión, porque no se va a volver al gasto incontrolado del pasado y es el momento de poner las finanzas en orden», sostiene.
Las reformas necesitan tiempo para dar resultados, pero también pueden generar crecimiento a medio-largo plazo, recuerda Scarpetta.
Ésa es la teoría que defiende Berlín frente a los países del sur que entienden por medidas de estímulo «más gasto e inversiones» en el «falso debate» que enfrenta el crecimiento a la austeridad, dice.
Para el vicedirector del centro de estudios bruselense Bruegel, Guntram Wolff, los datos del PIB demuestran que la recesión es sistémica, pero además evidencia tres aspectos fundamentales.
«Nuestro sistema bancario todavía está muy débil y no fluye el crédito a las empresas, además el proceso de ajuste de la eurozona pesa sobre el crecimiento, sobre todo en el sur de Europa, y la política fiscal es demasiada restrictiva y ya no puede ser compensada por la política monetaria, dado que los tipos de interés ya se encuentran cerca del 0 %», en concreto en el 0,5 %.
Ante este escenario, aboga por impulsar «inversiones razonables» en Alemania y hasta cierta medida en Francia, pero «no en el sur» porque pondrían en peligro sus esfuerzos de consolidación.
«El ajuste en el sur sea inevitable», siendo la cuestión solo qué y cuán rápido se puede actuar para paliar su devastador efecto, dijo, por ejemplo apoyarles mediante los fondos estructurales europeos, opina Wolff.
En el caso de España, cuyo PIB sufrió una contracción del 0,5 % en el primer trimestre, frente al 0,8 % anterior- el ritmo de ajuste es el adecuado, opina, pero se debía de haber pensado hace ya uno o dos años en programas de apoyo a su economía e igualmente «se han perdido muchas oportunidades para remediar el desempleo juvenil».
Ahora, agrega, se suma el problema de la fragmentación de los mercados que impide que el crédito llegue a la economía real.
También Scarpetta cree que se puede mejorar el uso de los fondos estructurales en los países del sur, pero además «ha llegado la hora de poner en marcha el Pacto por el Crecimiento y el Empleo» de 120.000 millones de euros aprobado por los líderes en junio pasado, que se ha quedado en el limbo y necesita un nuevo impulso.
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