Al mundo de la bolsa llegamos los profesionales, aficionados o aspirantes a profesionales por caminos muy distintos. No obstante, el denominador común es que preferimos que nos digan lo que tenemos que hacer. Algunos leen la prensa económica con la esperanza de que les recomienden un valor con gran potencial de subida, o que un experto nos aconseje un sector o un momento adecuado en el que invertir.
Sin quererlo, en muchas ocasiones renunciamos a nuestra capacidad crítica y ponemos nuestro dinero en manos de terceros, confiando a ciegas en sus consejos o análisis sin cuestionarnos casi nada. En algunas ocasiones e incluso esos asesores son simples familiares que llevan muchos años leyendo prensa económica. Confiamos en ellos dónde invertir nuestro dinero, que tanto cuesta ganar.
Llevo algunos años investigando modestamente la psicología que influye en el trading y las inversiones, algunas cuestiones por mi cuenta y otras con la ayuda de expertos académicos en la materia, y uno de los principales patrones que nos caracteriza a los inversores/traders es la dificultad de imponer nuestro propio criterio en la toma de decisiones , o lo que es similar, la desconfianza en nuestras propias decisiones. En última instancia renunciamos a nuestros análisis y planes para dejarnos llevar únicamente por “lo que vemos” o lo que “se grita con fuerza”.
Si una conclusión “en bruto” pudiera ser que los inversores, con todas nuestras interacciones, formamos una “masa” agolpada de individuos que adquiere un espíritu más “animal” que “racional”, es precisamente el esfuerzo por mantener nuestra racionalidad como individuos lo que nos permitiría obtener ventaja sobre dicha “masa” (mercado bursátil) Dicho con otras palabras: los individuos racionales e inteligentes que acudimos al mercado perdemos esas capacidades analíticas cuando nos dejamos arrastrar por las sensaciones que dicho mercado tiene en esos momentos. Y esto es inevitable debido a razones que todavía no han sido objeto de intenso estudio.
Probablemente porque las personas, por muy racionales que queramos creernos, no hemos dejado de ser animales. Los sesgos que esto conlleva son muy fuertes.
La capacidad crítica y el permanecer aislados mentalmente del mercado es, en última instancia, lo que nos permitirá observar a distancia su comportamiento “primitivo” (emocional e irracional) para tratar de aprovecharnos de nuestra superioridad intelectual.
Existen formas de trabajar estas disciplinas como también hay formas de mejorar cualquier otra habilidad. La cuestión es que comprendamos que la bolsa es una concentración de personas, un entorno social que muchas veces queremos reducir a simples fórmulas matemáticas.
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