El martes pasado regresé de la ciudad de Shanghai tras dos semanas haciendo trading a 11.000 km de la Vieja Europa y de observación del funcionamiento de un mercado que avanza a pasos agigantados hacia una liberalización bursátil poco compatible con su actual sistema político, pero que buen seguro sus gobernantes sabrán dar encaje para que todo cambie sin que nada cambie.
El SSEC no es un mercado accesible todavía para el trader particular extranjero, pero no así para la ciudadanía china, que puede acudir a su intermediario financiero para invertir sus ahorros en una bolsa que lleva experimentando, y lo que he visto en estas dos semanas, es un déjà vu en otros mercados y en otros tiempos, pero que se repite de forma constante en la historia bursátil.
Como en los meses previos al jueves negro de 1929, al estallido de la burbuja de las “puntocom”, el Stock Exchange londinense, la crisis de los tulipanes, etc, etc, cuando la clase media, la gente de la calle, se ha lanzado a la especulación bursátil, siempre ha sido el momento de hacer el “sell in mai”, de salirse del mercado, porque siempre, y de forma colegiada, se ha producido un desplome de los mercados.
Me comentaba un empresario del oeste de China que él acababa de recuperar su inversión después de ocho años, tras la espectacular subida que arrancó en julio de 2014 (¿les suena?) de unas acciones compradas en el imparable 2007 (¿les suena de nuevo?). En la ciudad se comentaba el suicido de un ciudadano que gracias al apalancamiento ofrecido por su bróker, tenía abierta una posición de 1 millón de yuanes con todos sus ahorros, viendo cómo el índice subía sin descanso hasta los 5000 puntos. Pero como todos sabemos, a toda tendencia le sigue su contraria, y como los precios suben en escalera y bajan en ascensor, a los pocos días las pérdidas excedieron su garantía en forma de ahorros. Cuando llegué, el Shanghai Composite cotizaba en torno a los 5030, Cuando me fui el martes, estaba en los 4200, y cada día los movimientos del índice eran superiores al 2-3%.
Aun así, el ambiente de euforia popular es bursátil es muy grande y me ha retrotraído a quince años atrás, cuando en el año 2000 el 35% de las acciones cotizadas estaban en manos de las familias españolas, todo el mundo iba a la caza de este o aquel título que subía como la espuma, de aquella recomendación mediática, cuando, en fin, estaba de moda tener acciones de bolsa frente a unos depósitos que apenas daban algo de rentabilidad.
¿Quién no tiene un amigo o un conocido que por aquellos años de finales de los 90, sin tener conocimiento financiero alguno se metió especular en los mercados… y quince años después alguno de ellos sigue aguantando títulos adquiridos al calor de aquella fiebre de capitalismo popular?.
¿A qué reflexiones conduce esta circunstancia? Que hay una serie de indicios globales que hacen mirar el mercado con mucha cautela: el capitalismo popular en algunas partes del planeta, la especulación en masas en su sentido más amplio, las malas vibraciones que dibujan los gráficos del SP500 y del DJI30 en las cercanías de sus máximos, el DAX planeando desde sus máximos históricos con un motor en forma de tragedia griega y otro en forma de euro depreciado, y el resto de índices moviéndose sospechosamente de forma colegiada. Y todos estos factores, mezclados en la marmita de los ciclos bursátiles, hacen pensar que sea cual fuere el resultado del referéndum griego del domingo, se nos puede avecinar algo más que una leve corrección. Y no hablo del lunes 6, ni del martes o el miércoles, hablo que nos van a vender una resolución satisfactoria de la deuda griega para todos (quita, encubierta o no, más reformas y más dinero encima de la mesa) para que nos lancemos a comprar por mor del fin del culebrón y una vez empapelados, y en muy poco tiempo, bajar todos los índices.
Y el ciclo comenzará otra vez.
Buen trading.
Mario de Ángeles
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