Resulta evidente que las valoraciones actuales en los mercados de renta variable parecen estar ignorando señales de alerta críticas que emergen en el complejo mundo de las commodities. La desconexión entre las cotizaciones bursátiles y los movimientos en los precios de activos como el petróleo, el cobre y el oro es preocupante. Y es que las materias primas, con su inherente vínculo con la economía real, proporcionan una visión más precisa de la salud económica global, frente a un mercado de valores que parece impulsado por una exuberancia excesiva.
Un claro ejemplo de esta desconexión lo vemos en el petróleo, que ha acumulado una caída del 15% en los últimos 12 meses, a pesar de las tensiones geopolíticas en Oriente Próximo, una región clave para la producción mundial de crudo. A simple vista, este retroceso debería ser una señal de alarma para los inversores sobre la debilidad en la demanda global, pero la renta variable sigue mostrando valoraciones elevadas, aparentemente inmune a este deterioro.
Aún más relevante para entender el momento económico actual es la relación entre los precios del cobre y del oro, una ratio que actúa como una brújula confiable para medir el equilibrio entre el crecimiento económico y el riesgo. El cobre, debido a su uso intensivo en la construcción, infraestructura y manufactura, refleja directamente la actividad económica. Por el contrario, el oro es el refugio predilecto en tiempos de incertidumbre financiera y política. Cuando la ratio entre estos dos activos cae, es una señal de que el riesgo está ganando terreno frente al crecimiento. Actualmente, esta ratio se encuentra en 3,68 veces, un nivel que solo hemos visto en momentos de crisis severas, como el colapso financiero de 2008 o la pandemia de 2020. Históricamente, cuando la ratio cobre-oro baja de 4, el mercado está indicando que las expectativas de crecimiento económico son muy sombrías y que el riesgo de una recesión es elevado. Sin embargo, los mercados bursátiles continúan descontando un escenario optimista, un claro signo de que algo no está bien calibrado.
Lo que resulta aún más desconcertante es la persistencia de esta ratio en niveles bajos, siendo esta la cuarta ocasión en los últimos 35 años en la que cae por debajo de 4. En las tres ocasiones anteriores, el mercado bursátil fue incapaz de anticipar los riesgos que las materias primas ya estaban señalando. Tanto en la crisis de 2008 como en la de 2020, el desplome de la ratio precedió caídas significativas en los mercados de acciones y una recesión global. En este contexto, cabe preguntarse si los inversores bursátiles están repitiendo el mismo error de subestimar las advertencias que los mercados de commodities emiten.
Los analistas de CITI han explicado esta debilidad de la ratio cobre-oro como consecuencia de varios factores: incertidumbre política en Estados Unidos, dudas sobre el crecimiento económico y tensiones geopolíticas. Estos elementos han favorecido un repunte del oro, que actualmente ronda sus máximos históricos, mientras que el cobre sigue bajo presión. Este fenómeno debería ser interpretado como una señal clara de aversión al riesgo, una preferencia por la seguridad en detrimento de las apuestas de crecimiento económico.
El mercado de acciones está mostrando una resiliencia artificial, desconectada de los fundamentos reales de la economía global. Mientras las materias primas señalan crecientes riesgos de recesión, los inversores bursátiles parecen confiar ciegamente en la continuidad del crecimiento. Pero la historia nos enseña que las materias primas, y en especial el cobre, suelen tener la última palabra cuando se trata de predecir la dirección de la economía.
El petróleo ya ha caído, la ratio cobre-oro está en niveles alarmantes, y el oro sigue fortaleciéndose. Estos no son simples datos aislados, sino piezas de un rompecabezas que debería estar advirtiendo a los inversores de renta variable que el optimismo actual es excesivo. Como CITI apunta, alguien está equivocado: o bien las valoraciones bursátiles son demasiado optimistas o los traders de materias primas son demasiado pesimistas.
Y en este sentido, es más probable que sea el mercado de valores el que esté sobreestimando las perspectivas de crecimiento. Si la historia reciente es un indicador confiable, la corrección de la ratio cobre-oro hacia su media histórica de 5,9 veces será acompañada por una reevaluación en los precios de los activos bursátiles, posiblemente una corrección significativa. Los operadores han aprendido a leer las señales del mercado real, y en este caso, las señales son claras: la economía global enfrenta nubarrones que no se pueden ignorar.
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