Martin Scorsese se repite una y otra vez. Si uno ya tenía la impresión viendo “Casino” de estar viendo “Uno de los nuestros”, aquí ya nos parece estar ante una mala secuela. Y además Di Caprio no es ni será nunca Robert De Niro.
La estructura es siempre la misma. Los comienzos del protagonista, su apogeo, su declive y un final donde o bien se matan unos a otros o se delatan entre ellos. ¿Cómo es esto? ¿Lo tiene patentado? ¿Seguirán diciendo que es un genio por hacer la misma película?, ¿no es reirse un poco de nosotros?.
Cuando ví por primera vez “Uno de los nuestros” aluciné con esas paradas de imagen, esos flash-backs y todo lo demás. En Casino, me entretenía. Ahora ya me cansa.
Hay tantas cosas iguales que no se por donde empezar: pero por ejemplo, la relación del protagonista con las mujeres. En la vida del protagonista, fiel consumidor de prostitución, siempre hay una mujer que le llevaría por la buena vida y otra que le da mala vida y que le vuelve loco. O el poli bueno o los amigos corruptos y extravagantes. Es un calco de las demás pero que ahonda mucho menos en la psicología de los personajes.
Además en las anteriores películas se contextualizaba la trama mucho mejor. Aquí no se habla apenas de Wall Street ni de los hechos que ocurren alrededor de la historia de la firma de inversiones que dirige el protagonista.
No es una película sobre el mundo de los brokers, ni sobre la bolsa, es una película sobre la degradación, el sexo y las drogas y sus efectos, algo que parece que tiene obsesionado a Scorsese. Para mostrar esa degradación, el director recurre a escenas un tanto extremas de sexo, consumo de drogas y a un lenguaje soez y repetitivo que, según dice el protagonista, es uno de las cosas que le impresionó de los brokers al llegar a Wall Street. El chico de no más de nueve o diez años que estaba sentado a mi lado (y al lado de su irresponsable madre que se pasó media película chateando en el Facebook) tenía cara de haber aprendido mucho con la cinta, pero yo personalmente, pensaba que estaba viendo algo que olvidaría con facilidad. No hay moraleja, no hay conclusiones, no hay más profundidad que la del amor por el dinero, las drogas y el sexo.
Lo único que se saca en claro es que para el director no hay diferencias entre Wall Street y la mafia. Eso es un mensaje potente, pero tampoco lo explota. Simplemente se deduce viendo que trata exactamente igual la vida de un mafioso que la de un agente de bolsa.
¡Qué buena ocasión se ha perdido para hacer un película sobre Jesse Livermore (1877-1940) y llevar al cine el libro «Memorias de un operador de bolsa», que Edwin Lefèvre escribió sobre su persona!. Así podríamos ver los comienzos de la bolsa y tantas cosas de actualidad que nos muestra esa historia.
Desgraciadamente esta no es más que otra historia de mafiosos ricos que desprecian a los pobres currantes, de drogas, corrupción, blanqueo de capitales, gente que se forra a costa de los demás y que viven por y para el dinero. Para eso no hace falta ir al cine, basta con leer los periódicos.
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Andres dice
excelente analisis…deberia haber un Film que se centrase en el esfuerzo y en toda la mierda que toca comerse ..para sacar un Centimo de manera honrada y limpia de los mercados
Gustavo R dice
Gracias Andrés, estoy de acuerdo contigo. En los mercados hay muchos tipos de personas, saludos
Adan Esmit dice
Yo la veo como una parodia. Tanto de «los mercados» como del sexo y las drogas. Lo que pasa que este último tema, no debe de ser frivolizado de esa manera. En algunas ocasiones, me produjo alguna carcajada. Scorsese en esta ocasión ha recurrido a dos ingredientes: Parodia y humor negro.
Gustavo R dice
Gracias por tu comentario, saludos