Leo hoy con pena las últimas noticias sobre suicidios en Grecia, un país hundido en la miseria que en los últimos años ha sufrido los mayores recortes sociales que se pueda imaginar, por culpa de unos dirigentes que mintieron a la Unión Europea y unas medidas de austeridad que sufren sus habitantes día a día. Y me acuerdo de la charla maestra de Leopoldo Abadía a la que asistí el martes en Barcelona donde con esa genialidad que le caracteriza explicaba que Goldman Sachs asesoró al Presidente de Grecia sobre cómo ocultar la verdadera magnitud del déficit griego. El Vicepresidente de Goldman Sachs International y uno de los máximos responsables de la compañía en Europa no era otro que Mario Draghi, actual Presidente del Banco Central Europeo. Ahora hemos leído como el FMI confiesa que cometió fallos en sus previsiones y que no pensaron que sus medidas provocarían tal impacto en la economía real. Pero ni el FMI ni el Sr. Draghi que ha visto progresar adecuadamente su carrera, son responsables de nada.
Se nos describe a Grecia como un país donde se han cometido tropelías económicas, que ha mentido a sus socios europeos. Se nos explica lo de una familia que debe tres veces lo que gana y todo eso se entiende. En el libro de Daniel Lacalle «Nosotros los mercados», por citar uno de máxima actualidad se explica cómo los mercados no son los culpables. Las entidades internacionales, las agencias de rating sólo son analistas que reflejan la realidad de las cosas, aunque tengan parte de culpa. Es un libro muy bueno y que recomiendo pero leyéndolo echo en falta un poco de calor humano. Sin dejar de ser cierto, hay una realidad de la gente que pasa hambre por culpa de unos políticos y solemos hablar de países de forma general como ente abstracto englobando a la clase política que los ha hundido en la miseria y a sus ciudadanos que pasan penurias.
Todo lo que se dice está muy bien, los políticos griegos mintieron, España gastó mucho más de lo que tenía. Cuando se justifican razonadamente las medidas de austeridad uno no puede dejar de asentir, es convincente, pero ¿qué pasa con la gente?, ¿tienen la culpa de algo?, ¿alguien piensa en ellos?. Y no me refiero a la gente tan esforzada que trabaja en la City que describe Daniel Lacalle en su libro y que han sufrido tanto por dejar de recibir esos enormes bonus y no poder seguir pagando sus coches de lujo, sus carísimos colegios privados y esas viviendas tan prohibitivas en las que se ven obligados a vivir. El libro explica con detalle cómo su modo de vida se ha derrumbado por culpa de la crisis que ellos jamás querrían ver. Es cierto, no lo dudo, pero siento vergüenza ajena y ninguna lástima por esa gente porque pienso que llevan una vida absurda y además voluntariamente. Siento mucha lástima cuando pienso en el jubilado de 77 años que se suicidó en las Puertas del Parlamento Griego y a muchos otros desconocidos como Antonis Perris y su madre. Él era músico y llevaba veinte años cuidando a su madre enferma de alzhéimer. Cuando estalló la crisis confesó en su blog que no podría afrontarlo por los cuidados que tenía que dar a su madre y el mes pasado se encaramaron al tejado de su casa y saltaron al vacío cogidos de la mano.
Los de la City no tienen ninguna culpa desde luego pero estos tampoco y como a ellos nadie les escribe un libro yo les dedico mi post y pido que tengamos en cuenta que hay un lado humano cuando hablamos de entes tan abstractos como «mercados» o «países» donde viven los que pagan las crisis con miseria o incluso con sus vidas y no tienen culpa de nada. Y que aunque no guste oirlo, la austeridad mata.
Gustavo Rodríguez
Mundotrading
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