«Nosotros, los mercados» arroja luz sobre el demonizado mundo financiero

En «Nosotros, los mercados», Lacalle, convencido de que el «parqué» no conspira para atacarnos, explica sin ambages y con una buena dosis de humor qué son los mercados, cómo funcionan y por qué no debe cargarse sobre sus espaldas toda la culpa de la crisis que asedia a Europa.

Con la City londinense de fondo, donde trabaja, y su ascenso al mundo de los «hedge funds» como hilo conductor, esta obra -que publica Deusto- está cargada de citas ácidas y elocuentes que refrendan su defensa del liberalismo económico y del sentido común.

Lacalle asegura que la situación actual es fruto del endeudamiento excesivo de los estados, las empresas y los ciudadanos durante los últimos años: «España ha sido uno de los países donde más se ha abusado del mercado endeudándose de forma desproporcionada y cuando las condiciones bajan un poco nos revolvemos como gato panza arriba», ha explicado a Efe el autor.

Un endeudamiento que, a su juicio, alientan sin descanso los bancos centrales con sus políticas monetarias expansivas. «Se nos empuja con la bajada de intereses a tomar más riesgo, se nos acerca al precipicio y cuando llegamos le echan la culpa al mercado», afirma.

Por ello, en un momento en que las bolsas aguardan con subidas una rebaja de tipos en Europa, Lacalle, fiel a su costumbre de ir contra el consenso advierte del peligro de los «cantos de sirena» de los índices bursátiles y defiende que la única solución a la crisis pasa por la austeridad.

«No hay alternativa, porque la otra es gastar más y ser esclavos del BCE. Todos los casos de sobreendeudamiento estatal terminan con una devaluación monstruosa y un impago de la deuda que hunde a las familias», argumenta.

Frente a los recortes en sanidad o educación, el autor propone una solución que pasa por un aumento de la competitividad española a través de varias medidas.

Entre ellas, figuran una rebaja drástica de impuestos y de la carga burocrática que atraería inversores privados y aumentaría la renta disponible de las familias.

«Además hay que cortar el gasto político: cabildos, diputaciones, subvenciones, asesoría, empresas públicas ineficientes», añade Lacalle. Y por último, se necesita transparencia en las reglas del juego, porque «no se invierte a largo plazo porque se entiende que en cuatro años, con otro gobierno, cambiarán las cosas».

Buen conocedor de los engranajes del mundo financiero, Lacalle reconoce también el rol que han jugado sus actores: «los agentes financieros deberían dejar de ser ‘burbujeros’ y no atender los cantos de sirena del BCE para atenerse a lo que deben hacer», que es gestionar responsablemente el ahorro.

Lacalle está seguro de que aún podemos emprender el camino que deberíamos haber tomado en 2008: dejar caer a los bancos insolventes – «el problema ahora es que nos hemos dejado un dineral público en soportarlos», matiza-, subastar sus activos y que el precio de la vivienda baje lo que tenga que bajar.

Pero también está convencido de que no vamos en esa dirección, sino a la búsqueda de un nuevo 2001, «cuando éramos el mercado con esteroides».

Cree que volverán a emplearse fórmulas que no han funcionado -bajada de tipos, no reducción de la deuda, aumento de la masa monetaria, sostenimiento de sectores improductivos- que, en su opinión, amparan tras un «halo social» a quienes desean «mantener el negocio a cuatro bancos, constructoras y amiguetes».

Después de haber visto de cerca los descalabros de los últimos años, Lacalle cree que ha fallado el sentido común y nos hemos dejado llevar por el optimismo.

«Cuando pasábamos de un 5 % de superávit yo no vi ni una manifestación diciendo: no endeuden a nuestras familias, no pongan un aeropuerto inútil». «Cuando hay una burbuja todos somos burbujeros y cuando llega la resaca todos nos quejamos».